Prueba: Harley XL 1200N Nightster

Cuidado, un nuevo «Bad Boy» está cayendo tanto en la ciudad como en el campo, y después de probarlo, tenemos que admitir que está muy quemado. Nada de V-Max subsónico, nada de un pozo de potencia infinito, sino un concentrado de sensaciones elementales y fundamentales para los que simplemente aman las motos por lo que son: un placer de conducir.

Ya veo que algunos se ríen de la idea de la felicidad basada en la idea orgánica de la suspensión de la columna vertebral y de un paquete precursor en el campo, ahora de moda, del masaje tonificante. Este Nightster no reniega de sus genes, pero los ha adaptado al mundo moderno hasta tal punto que tiene un valor añadido.

No se tarda en sentirse a gusto una vez que se está al volante de esta máquina con su inimitable gemelo. Los primeros metros por las calles y bulevares de una capital abarrotada no fueron en absoluto el calvario que nos temíamos, dado el grosor del asiento, que era más o menos el de un panel bien tintado. Los pasajes empedrados se olvidaron mientras las evoluciones del tráfico se digerían con una facilidad desconcertante, el par de la caldera se casaba perfectamente con un centro de gravedad que eliminaba cualquier aprensión. La primera palabra que me viene a la mente es facilidad. El valor de más de dos kilos y medio, en peso seco, simplemente no existe.

Una vez que ha llegado a los espacios abiertos, hay un placer añadido. El placer de abrir de par en par para ser catapultado al instante. Se dispara sin demora y muy bajo. Harley ha hecho definitivamente el cambio a la inyección de combustible.

Los primeros momentos de conducción son ciertamente sabrosos, y animan al piloto a sofisticarse, señala el concesionario de motos segunda mano Granada Crestanevada. La angularidad aumenta, el frenado se acorta. Bueno, hasta cierto punto, ya que las motos de prueba ofrecidas apenas alcanzaban los ciento treinta kilómetros. La mordacidad no estaba aún ahí, y probablemente nunca alcanzará los estándares de excelencia deportiva en su madurez.

¿Qué sentido tiene? Después de sólo ochenta kilómetros de conducción, te sorprenderá pensar que siempre has tenido esta máquina. Por supuesto, una cierta dureza del embrague, que es relativa, o la incapacidad crónica de encontrar el punto muerto le recuerdan que es una pareja joven. Pero el conjunto es ciertamente suficiente, seguro y emocionante. El placer de conducir con tu pequeño amigo, con la emoción de pisar el acelerador para salir del paso del tráfico o para pasar de un semáforo en rojo a otro.

¿Qué más se puede pedir que la cuota de entrada de unos diez mil euros para acceder a esta felicidad sea reembolsada por la seguridad social? Este Nightster, un verdadero remedio contra la melancolía, se lo merece.